jueves, 22 de marzo de 2007

Tiempos modernos


El paso del tiempo tiene un virus, el incombustible consumismo inhumano, y no deja de atacar, siendo el número de necesidades un torbellino de síntomas que se lleva por delante la felicidad de lo obtenido a cambio de traer la necesidad de lo futurible, la tranquilidad y sosiego se sumergen en una ambición insaciable.

Entre otras cosas, consigue hacernos sentir la fiebre en cuestión de días, llevándonos a los delirios a bordo de los carros hilarantes servidos desde el poder del sistema y la sugestión de lo idóneo para cada perfil personal, marcado a fuego en los miles de mensajes enviados por la multitud de canales.

No pasan unos meses desde que existe un nuevo posible síntoma para qué pase a formar parte de nuestro inventario, cada vez constituido por elementos más perecederos, produciéndonos una debilidad más acuciante e incurable con el simple paso del tiempo.

Las necesidades latentes se convierten en básicas y la ambición, la sensación de insatisfacción, la zanahoria y demás motivaciones y desmotivaciones se encuentran más inalcanzables o cercanas en función de lo que toque, sin encontrar la píldora idónea para la cura ¿Para qué? Puede ser que los problemas adictivos actualmente no tengan la apariencia que esperamos, pero tampoco la que se insinúa.

Parece más un juego de absorción de voluntad ante un ente superior, más propio de Truman que de una realidad consciente, realmente habremos llegado y superado la felicidad en este mundo. Parece increíble, el aviso era mucho más claro que los de Nostradamus, pero lo recordamos algo menos.

No debería suceder algo así, en teoría la cantidad infame de información debería bastar para alcanzar una libertad decisoria suficiente como para no ser tan vulnerables a la persuasión, pero no, de hecho convierte la desmesura en una necesidad concienzuda.

A lo mejor es como una gran pandemia, que una vez lanzada en su camino de muerte no se puede parar, sino que cada vez será más grande y más rápida. Puede ser que la única forma de pararla sea la autodestrucción, cuando por su propia vanidad y decadencia se aniquile o simplemente por infectarlo todo y a todos dejemos de sentirla.

Perdona, otra cerveza y un tequila para atemperar, por favor.

3 comentarios:

Ilse dijo...

Mi teoría es que ese autosufrimiento que nos imponemos es una especie de castigo por tener más de lo que necesitamos. Puede que en parte se haga para controlarnos, pero la naturaleza humana tiende siempre a buscar más y a imponer esa ambición a todo el mundo, seas o no ambicioso.

Por cierto, mis amigos y yo nos hemos hecho otra autoimposición. Antes de entrar a un concierto, nos bebemos un (normalmente son dos)tequila. Y esa es ya una costumbre inamovible...

G y L dijo...

I. Que sepáis que en principio me da un poco de apuro entrar a los comments de vosotros dos porque me parece como entrar a una habitación y no saber si os voy a pillar in fraganti.
II. He vuelto a mirar la foto y me parece una señora desnuda. ¿Lo has hecho adrede o es que soy yo, que ya no tengo remedio?

Martín dijo...

Enfermín, siempre eres bienvenido.

Bueno, hay parte de tú subconsciente, pero comparto parte del tuyo, es decir, que sí. Al verlo se me ocurrieron dos ideas, la mujer con sus formas (q la imaginación puede modelar) y la obligación de elegir un camino, recto no se puede seguir, hay q elegir y encima un stop q no te puedes saltar.

De todas formas, será interpretaciones.