lunes, 19 de marzo de 2007

Los días después

“La pereza es la madre de todos los vicios, y a una madre se la respeta” (Jorge, Colombia, aunque creo que no es originalmente suya). Qué decir sobre esto, hoy puede ser una aplicación, el deseo de no hacer nada, maldecir los excesos y descontroles, aunque pueda ser que el no controlar las situaciones, lugares e imágenes pueda ayudar a la motivación.

Libre de equivocarse, de saltarse las normas auto impuestas por el protocolo, libre para hacer una estupidez sin remordimientos, pero no siempre ocurre, en ocasiones se puede lamentar, pero ¿por qué? ¿realmente nos hacemos daño? Puede ser que sea una simple travesura del sonrosado que aún llevamos dentro.

También podría ser la angostura que da ese toque a nuestro cóctel, un elixir para la eterna juventud, esa que juega a equivocarse, levantarse y volver equivocarse, puede ser que hasta con piedras que pasaron a ser amigas.

Puede ser que uno se empeñe en llevarse a cuestas todas las piedras del camino para situarlas específicamente en el camino para asegurar el obstáculo, cuanto peso. De hecho ir saltando y esquivando piedras tiene su encanto, como cuando disfrutaba con el prensado Tiger. Los baches dan juego, quitan la monotonía del fluir, de hecho puede gustar hasta moverse sin todas las respuestas, sin todas las seguridades de las que nos podemos rodear, incluso se puede empezar el viaje con el coche a punto de averiarse, no?, puede gustar conducir aunque los airbags no estén acunándonos, no siempre lo más suave es lo que nos eriza.

No suena muy inteligente nada de esto, y puede ser que no lo sea, claro que depende del punto de inteligencia que se utilice para juzgar. A lo mejor no deja ser una forma de entonar el carpe diem o simplemente el idiotum encantum. De hecho ¿nos paramos a pensar a que o quién llamamos idiota?, pues puede ser que no lo suficiente, todo va medido por un rasero que hemos ido creando o aprendiendo, que en teoría es casi infalible. La idiotez la detecta a kilómetros, pero por qué no da señales cuando nosotros la invitamos a participar, como las superamos y por qué nos lamentamos y cómo teniendo una vara tan precisa seguimos equivocándonos, que lastre de cuestiones.

En una visión romántica y edulcorada o incluso puede ser que hiperealista de la realidad todo esto suena a un diabólico engatusamiento por lo absurdo que nos turba por momentos la razón, permitiendo que podamos ser idiotas por un rato, a veces incluso por un rato largo.

Para pensar estar cosas y dejar correr el tiempo sin un sentido claro están los días después, los que empiezan con un pesado arrastrar de pies hasta el botiquín.

2 comentarios:

G y L dijo...

I. Me encanta el concepto "idiotum encantum". Espero verlo pronto como grafitti en una pared cerca de las cocheras del Metro.
II. ¡Qué buenos recuerdos del Tiger (que a estas alturas estará en el cielo de los coches)!

Ilse dijo...

¿Y qué es una equivocación? ¿Y qué un acierto? A veces el error está en la razón, en la censura, en la mesura...
Y es bueno tener heridas. Para que te las curen, o para sentarnos solos a lamer las propias.