miércoles, 4 de julio de 2007

Maratón


26 km de carrera a 25º sobre un asfalto con neblina al más puro estilo western y un sonrisa dibujada y no una mueca de esfuerzo como podría aceptar la lógica.

El impulso de los aplausos, las sonrisas, los sentimientos de apoyo ante la gesta hacen que algunos sufrieran más peso del que llevaban pero para otros le suponía la energía suficiente para disfrutar del camino, del esfuerzo y del paisaje.

O por el contrario el hecho de disfrutar hacía que los demás aplaudiesen, disfrutaran y aplaudieran en un acto reverencial ante una filosofía deseada para uno mismo.

Si durante 26 km se mantiene la alegría es posible que los 16 km restantes sean un puro placer, por el simple hecho de disfrutar del viaje y no tomarlo como una penitencia para llegar a la lugar de destino, la meta es otra.

Cada momento se engrandece, viviendo el ahora y aquí como si no existiese el siguiente paso en el próximo segundo, un carpe diem extremo, pura adrenalina, un clímax lento y prolongado.

Probablemente no es la misma fuerza que guió al soldado durante el camino, pero por lo menos fue tanta la motivación como para recorrer lo mismo, ¿sonreiría?

2 comentarios:

G y L dijo...

Todavía tenemos pendiente apuntarnos a una media maratón por lo menos antes de que se nos haga demasiado tarde (¿o ya se nos ha hecho tarde?).

Isabel Burriel dijo...

No creo, su destino era bien diferente. Aunque quién sabe. Eso lo digo yo desde mi perspectiva, a lo mejor a él le motivava en exceso y sonreía, ya lo creo.