Las vacaciones tienen la mala costumbre de acabarse y dejarnos con una sensación de que injusta es la vida, que nos da pequeños oasis que duran dos segundos o eso nos parece a cambio de una eternidad en jornadas de 9 horas de sacrificio.
Da igual si no fueron las más cómodas o en el mejor lugar, o sí, porque por lo menos has elegido donde y como vivir esos días. Todos y cada uno hemos disfrutado los días, cada uno a su gusto, con el control del tiempo, la tranquilidad del no tener nada que hacer por imposición sino por puro placer.
Esa sensación de vivencias, de descanso, de ausencia de horarios, de lectura, de fotografías, de placer,…, de momentos que llegan para quedarse en el recuerdo y sacarnos una sonrisa con su recuerdo.
Pero todo se acaba y a veces la vuelta nos deja ese regusto romántico de que a partir de ahora las cosas van a cambiar y el rumbo de nuestra vida va cambiar, para lograr algún día que sea el primero de unas vacaciones eternas.
La realidad es otra, el día que se acaban las vacaciones empieza a diluirse las ideas románticas para ser engullido por la metódica e impúdica realidad, los horarios alquilados por algo que nunca nos parecerá suficiente y la perdida de elección.
Las ideas que nos llevarían al nirvana que podíamos acariciar siempre que quisiéramos cambiar se aleja, cual barco que parte y te deja en tierra, cual Marco que se precie. Ya no son vacaciones, la sonrisa se escapa por momentos para empezar a asumir que el viejo refrán lleva razón, el que algo quiere algo le cuesta, y tanto. No hay que olvidar el despertador para mañana empezar oír la señal del barco que parte.
Buen viaje y a esperar el próximo barco en el que montar para soñar.
Da igual si no fueron las más cómodas o en el mejor lugar, o sí, porque por lo menos has elegido donde y como vivir esos días. Todos y cada uno hemos disfrutado los días, cada uno a su gusto, con el control del tiempo, la tranquilidad del no tener nada que hacer por imposición sino por puro placer.
Esa sensación de vivencias, de descanso, de ausencia de horarios, de lectura, de fotografías, de placer,…, de momentos que llegan para quedarse en el recuerdo y sacarnos una sonrisa con su recuerdo.
Pero todo se acaba y a veces la vuelta nos deja ese regusto romántico de que a partir de ahora las cosas van a cambiar y el rumbo de nuestra vida va cambiar, para lograr algún día que sea el primero de unas vacaciones eternas.
La realidad es otra, el día que se acaban las vacaciones empieza a diluirse las ideas románticas para ser engullido por la metódica e impúdica realidad, los horarios alquilados por algo que nunca nos parecerá suficiente y la perdida de elección.
Las ideas que nos llevarían al nirvana que podíamos acariciar siempre que quisiéramos cambiar se aleja, cual barco que parte y te deja en tierra, cual Marco que se precie. Ya no son vacaciones, la sonrisa se escapa por momentos para empezar a asumir que el viejo refrán lleva razón, el que algo quiere algo le cuesta, y tanto. No hay que olvidar el despertador para mañana empezar oír la señal del barco que parte.
Buen viaje y a esperar el próximo barco en el que montar para soñar.
1 comentario:
Y lo peor, es que está cambiando el tiempo. Que no me gusta el otoñooooo.
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