viernes, 1 de junio de 2007

Efecto Tres Olivos


Trajeados de corbata al viento, señoritas con tacones veloces y señoras con bolsos agresores se lanzan en pos de un objetivo deseado. La compostura, la cuidadosa colocación del vestuario mañanero, las formas, los peinados y la vergüenza van despidiéndose en cada paso de este ataque al improviso.

La visión veloz de la despavorida huida hacia el nirvana, hacia la salvación, hacia la abstracción, realmente cada uno tendrá su motivo para la acción dejan cuando menos sorprendido al espectador, cuando no existe la necesidad de salir huyendo ante la embestida de la manada.

Puede ser que el inconsciente haga su quiebro a la seriedad, que visualice el oasis al otro lado de la puerta, incluso los sonidos estridentes aparecen en escena, por lo que la racionalidad tiene una buena excusa para desaparecer y lo hace.

No deja de ser una corriente de aire fresco en una ciudad tan ciudad, tan poco animal, que los humanos podamos adoptar ese tipo de comportamientos, de hecho nos puede transportar a las grandes estepas, haciéndonos abandonar por momentos la jungla de cemento que nos rodea o cuando menos llevarnos hasta las sensaciones oníricas de la sobremesa hogareña.

Con la manada saciada el silbato suena y el viaje continua.

1 comentario:

Ilse dijo...

Sí, a mí tamién me da vergüenza rapiñar un asiento. Pero querido, si estas señoras de tacones y estos señores de traje se chupan, como yo, una hora y media para llegar a su destino, entiendo hasta que saquen la faca para rajar al que les intente quitar el posaculos que te permita leer con tranquilidad o abandonarte al sueño.