Hace unos diez años, joer como pasa el tiempo, tuve contacto con la comentada iglesia de San Carlos Borromeo de Entrevías, pero sobre todo con su dirigente en aquel momento, Enrique de Castro, que ahí sigue luchando a su manera.
Es cierto que por aquel entonces como ahora Enrique era un “héroe” local, metido en mil y una situaciones rocambolescas, métodos poco ortodoxos, pero si es cierto que fuera o no por los medios convencionales, su ayuda era agradecida por los que por orgullo, marginalidad o a saber la razón no lo tenían fácil en la vida.
Resulta lógico escorarse en esas situaciones, cuando la Iglesia, las Instituciones y demás a los que en su posición sería lógico pedir ayuda, pero por el contrario ignoran la situación de las personas de su barrio. Ya entonces era conocida como la Iglesia Roja, pero desde mi punto de vista tan solo se puso la capa de la rebeldía y la defensa de sus ideas para buscar algún modo para llevar la ayuda a sus vecinos, de evitar el olvido, de alzar la voz ante las cosas que pueden mejorar, etc.
Si es cierto que el contacto tan cercano con jóvenes, drogadictos, presos, familias de todos ellos, requiere zafarse de las ataduras de la imagen impoluta clerical. Probablemente se puede predicar en vaqueros y en torno a unas cervezas, acercándose al terreno de quién quieres que te escuche, abandonando la posición soberbia de los que apuestan por las formas de actuar inflexibles e impuestas por la costumbre.
En aquel año vi a jóvenes en la iglesia, hablando, preguntando, confesando, compartiendo, confiando, hecho a lo que no estaban acostumbrados, ya que no se dirigían a una institución sino a personas que compartían su dolor y miserias.
Juntos a todos ellos - jóvenes, madres, agnósticos, no decididos, curas y demás- un hecho “rebelde”, la ocupación de la catedral de la Almudena en protesta de la situación de los presos FIES, un problema del barrio, de las familias de los presos, de todos, una falta de humanidad.
Es cierto que por aquel entonces como ahora Enrique era un “héroe” local, metido en mil y una situaciones rocambolescas, métodos poco ortodoxos, pero si es cierto que fuera o no por los medios convencionales, su ayuda era agradecida por los que por orgullo, marginalidad o a saber la razón no lo tenían fácil en la vida.
Resulta lógico escorarse en esas situaciones, cuando la Iglesia, las Instituciones y demás a los que en su posición sería lógico pedir ayuda, pero por el contrario ignoran la situación de las personas de su barrio. Ya entonces era conocida como la Iglesia Roja, pero desde mi punto de vista tan solo se puso la capa de la rebeldía y la defensa de sus ideas para buscar algún modo para llevar la ayuda a sus vecinos, de evitar el olvido, de alzar la voz ante las cosas que pueden mejorar, etc.
Si es cierto que el contacto tan cercano con jóvenes, drogadictos, presos, familias de todos ellos, requiere zafarse de las ataduras de la imagen impoluta clerical. Probablemente se puede predicar en vaqueros y en torno a unas cervezas, acercándose al terreno de quién quieres que te escuche, abandonando la posición soberbia de los que apuestan por las formas de actuar inflexibles e impuestas por la costumbre.
En aquel año vi a jóvenes en la iglesia, hablando, preguntando, confesando, compartiendo, confiando, hecho a lo que no estaban acostumbrados, ya que no se dirigían a una institución sino a personas que compartían su dolor y miserias.
Juntos a todos ellos - jóvenes, madres, agnósticos, no decididos, curas y demás- un hecho “rebelde”, la ocupación de la catedral de la Almudena en protesta de la situación de los presos FIES, un problema del barrio, de las familias de los presos, de todos, una falta de humanidad.
Por aquel entonces Rouco Varela era el obispo de Madrid y tras dialogar con un subordinado suyo, Enrique y escuchar las intenciones que teníamos, “ocupar” durante 6 días la catedral las 24 horas del día, decidió con un tono amable la aceptación de la situación. Amablemente y con un gesto que le honró en aquel momento fue no poner la situación más difícil ( no quitó ni la electricidad ni la calefacción) aceptó la protesta aunque no la compartió en los modos. Se respondió con un respeto durante los oficios.
Ahora y como mera reflexión me pregunto si aquella cara seria, comprensiva, inteligente y aguileña de Rouco Varela no aguardaba a una buena jugada a largo plazo. Puede que esperase a que las gotas fueran llenando el vaso hasta que pudiera darse el gusto de castigar a los heterodoxos, a los que comulgan con pan para que todo el que quiera pueda almorzar o a los que no se ciñen estrictamente a las formas en pos de buscar más el fondo.
De todas formas esta reflexión que une hechos de hace 10 años con los actuales puede que no deje de ser una “frivolité”, pero me queda una duda, si el fondo es bueno, los fieles son fieles y el objetivo de ayudar a la gente del barrio se cumple, ¿Qué más dan las añejas formas litúrgicas?
2 comentarios:
A mí lo que me da pena es que con la iglesia pasa un poco como con las imágenes cruentas en la tele, que te acostumbras. Y ya es triste que leas que el más alto mandatario de la iglesia en España quiere cerrar una iglesia que ayuda de verdad a la gente y no te extrañes. Al final da igual, porque ellos seguirán ayudando a su gente, y la institución eclesiástica católica seguirá hundiéndose en su maldita liturgia y sus casullas de colores. Eso sí, tampoco podemos culparles, hacen lo de siempre, y lo hacen muy bien: castigar.
Es un sinsentido religioso que me cuesta entender. ¿Qué caminos está buscando la Iglesia cuando sus pilares fundamentales están siendo objeto de escarnio? No entiendo porqúé atacan comunidades que son un claro ejemplo de lo que debió ser el cristianismo en sus orígenes. Me revienta esa postura y que no se den cuenta de que están cometiendo un fariseísmo como los que atacó Jesucristo. Pero bueno, ni la teología será capaz, el día de mañana de explicar el porqué de esta degradación religiosa.
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